Todos podemos ser activistas

Gabriela Ruiz Luna

@GabyRuizLuna

Si de algo se algo nos quejamos los mexicanos es de
que los mexicanos somos unos apáticos, conformistas y que sólo vemos por
nosotros mismos, por supuesto siempre nos referimos a los “otros”, porque
aunque también somos mexicanos hablamos como de un ecosistema aparte, esa
realidad ajena de gente que le mete el pie a los otros. Como solía decir mi
abuelita buenos pa´ criticar, pero incapaces de poner nuestro granito de arena
para cambiar las cosas que nos parecen susceptibles de ser mejoradas, o como
dirían en el mundo de los negocios las áreas de oportunidad. Uno de los
argumentos recurrentes es “y para qué voy a hacer algo si todo lo demás sigue
igual”. Tengo que ejemplificar esto con una historia donde los protagonistas
son mi amigo X y su pareja N.

X y N son dos profesionistas con licenciatura, con un nivel socioeconómico que les permite gozar de privilegios como dos coches,
viajes dos veces al año, computadoras y ipods para ambos y uno que otro gadget como el ipad que debieron tener desde
la primera tanda que llegó a México. Para no hacerles el cuento largo resulta
que un día me los encontré en una reunión, X se quejaba amargamente del “pinche
gobierno de mierda”, su coche cayó en un bache, ya ven que en esta ciudad casi
ni hay, y gritaba “yo quiero ver quién me va a pagar el rin”. Cuando me cansé
de escucharlo que se me sale una de esas preguntas que no debo hacer porque las
respuestas solo pueden provocarme o una risa loca o un berrinche terrible: “¿y
qué vas a hacer al respecto?” y la respuesta fue “pues me voy a ir a vivir a
USA, porque en este país las cosas siempre van a estar de la chingada”. Según
Peñaloza el total anual de personas que se van al extranjero está entre los 400
y 500 mil, de los cuales el 72% son menores de 29 años[1]. Por
supuesto después de esto no me reí, hice berrinche, pero de lo que no me di
cuenta en ese momento y que ahora reconozco es que yo tampoco estoy haciendo
mucho para cambiar las cosas que me molestan, sin embargo hay gente que sí se
planteó cambiarlas, y que en lugar de decir “y ahora quién me va a pagar el
rin” tomó su compu y logró cambiar las leyes que rigen una parte de su mundo.

“«La unidad básica de organización en una democracia extrema es el activista
(superusuario), un ciudadano preocupado por un asunto por el que está dispuesto
a invertir tiempo y esfuerzo para desarrollarlo en una política relevante»,
dicen los autores de Extreme Democracy, un libro en el que se explica la
teoría de la nueva democracia basada en el activismo digital.” (Varela, 2005)[2].

Ser activista nunca ha sido tan fácil como hoy, tenemos la información, foros y, en
algunos casos la infraestructura necesaria al prender la computadora, sin embargo,
México parece vivir una profunda apatía para cambiar las cosas que no nos
permiten explotar todo el potencial que tenemos como nación.

Una de las raíces del problema es la forma como estamos educados y en como la
escuela en México es más bien un requisito y no una herramienta para generar
cambios sociales. La misión de la educación pública debería ser formar personas
críticas, que se cuestionen y cuestionen su entorno, que puedan opinar, debatir
y desarrollar todo su potencial creativo. Pero NO, las prioridades son otras,
establecidas desde dirigencias sindicales que parecerían todo menos defensoras
de los trabajadores. Si a esto le sumamos que casi tres de cada cuatro jóvenes
en edad de acceder a estudios superiores no pueden hacerlo[3]
es normal que la mayoría de las personas no tengan las herramientas necesarias
para generar un cambio ciudadano.

Si bien es cierto que en México existen casos de éxito de activistas digitales,
también es cierto que la mayoría de la población vive circunstancias que difícilmente
les permiten pensar en que pueden provocar cambios desde su posición en la
sociedad. La realidad es que la penetración de internet en México aún es muy
baja como para pensar que un movimiento ciudadano que se articule única y
exclusivamente con una población centrada frente su computadora. Se debe pensar
en alternativas para contagiar lo que se incuba en la red a todos los grupos de
población que aún se encuentran lejos del mundo digital.

A mí me gusta imaginar células de activismo donde no necesariamente se piense en
cambiar nuestra realidad de forma abrupta, violenta y rápida, sino en una lista
de cambios por impulsar desde nuestra red social, parados en el lugar donde
conocemos perfectamente a nuestros interlocutores, que tal que iniciamos con
ese grupo de amigas que también se indignan porque les gritan cosas en la
calle, “Es importante encontrar los botones que provoquen reacciones y
construir el puente entre la acción colectiva y esos detonadores. “[4].
Todos podemos ser activistas, solo hay que encontrar nuestro botón.

La información bien presentada es clave para lograr que los otros se unan a
nuestras causas, se debe pensar en cómo comunicar la idea a difundir, las
formas son elementales en la generación de empatía, hay que acercar la información
de forma fácil, directa y sencilla, en un lenguaje que todos podamos entender,
sin pensar en los protocolos o formalismos. Ahora me pregunto qué pasaría si en
lugar de solo juzgar la actitud de mi amigo X hubiera sido más empática con él
y le hubiera propuesto hacer algo en contra de ese bache maldito que le fregó
un rin, seguro que para estas alturas esa calle ya estaría arreglada.

El activismo debe vivirse desde nuestra realidad, considerando nuestras capacidades
y limitaciones. Lo importante es lanzarse a reflexionar sobre las cosas que nos
molesta, cómo podemos cambiarlas y dejar de pensar que las cosas son difíciles
antes de intentar hacer algo.

Abajo la liga a las letras de una mujer que me parece una de las personas clave para
eliminare la violencia en contra de las mujeres en México, una activista
cabaretera:

http://www.animalpolitico.com/blogueros-ladelcabaret/

 El activismo rebasa fronteras

 

Datos interesantes sobre el activismo político de las mujeres en México:

http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/884/88411129004.pdf

 

 

 

 


[1] PEÑALOZA, Pedro J., La juventud Mexicana, una radiografía de su
incertidumbre
, México, 2010

[2]  VARELA Revista Telos,
octubre-diciembre 2005, Nº 65 Segunda Época

 

[3] Op cit. 1.

[4] MERINO, José,
Ciudadanos.mx, México, 2011

UN MUNDO MÁS ETICO CON POLÍTICOS MÁS CONGRUENTES

Por Miguel Angel Aldama Peinado.

Este artículo está dirigido a personas interesadas en la política y en las nuevas tecnologías y su influencia en las formas de hacer política, y también al público interesado en saber más del impacto de las redes sociales en nuestra sociedad.

Estando en una posición de verdadero observador, es decir, observando el mundo sin prejuicios, podemos darnos cuenta de cosas muy interesantes. Una de las cosas que en lo personal me ha llamado mucho la atención es que el mundo no funciona bien porque vivimos en la separatividad. Estamos aislados de los demás en términos de sentirnos únicos y especiales, y que lo que le pasó al vecino de al lado a mi nunca me va a pasar. Cuando lo ponemos en el contexto global, lo que pasó en Haití sensibilizó a gran parte de la población mundial al grado de que muchos ciudadanos se organizaron para recolectar víveres, medicinas, ropa, y toda cosa que juzgamos necesaria para restablecer el nivel de vida que los Haitianos tenían antes del gran desastre. Muchos gobiernos se lanzaron a ofrecer ayuda económica, algunos con las mejores intenciones y otros sólo por no quedarse atrás o no verse mal ante una comunidad internacional comunicada por medio de las redes sociales, y que rebasó la iniciativa de los políticos. Cuando fallaron todos los demás medios, en Haití las redes sociales Twitter, Hi5 y Facebook fueron por algunos días fuentes de congregación y consuelo de millones de haitianos. Leer más de esta entrada